viernes, 19 de diciembre de 2008

El escritor


COPYRIGHT 1997 Difusora de Informacion Periodica, S.A. (DINPESA)

(Torredonjimeno, Jaén)

Pintor del Grupo "Cántico" (Córdoba, 1940), baluarte poético al margen del arte oficial y del compromiso. En 1950, se instala en París, apostando por la belleza, imaginándola paralelamente a la realidad. Por el olvido impuesto a la pintura de caballete, vive silenciado, pero su vocación de activo indomable no cesa de buscar contactos con gentes diversas, culturas de cambio; viajando, utilizando la mirada y poniendo su obra y su sentido del humor después de su vida. El aislamiento voluntario le sirve de refugio para desmitificar la literatura. Suministrando energía y lenguajes positivos, busca lo que no se nombra, lo que la costumbre ha olvidado, en un punto de conexión con el lenguaje popular. Este carácter insumiso le convierte en una manera de vivir que está por encima del quehacer artístico, viviendo la fragmentación de todo y los mundos superpuestos presentes en sus cuadros y en sus textos. No tiene miedo a mezclarse con las emociones, huye sin prejuicios del malestar y del catastrofismo creado por los intelectuales vividores del desastre.

El lenguaje se convierte, para Ginés Liébana en el lenguaje literario de la pintura. Vinculado a Córdoba en el pensar, pintar y hablar en imágenes, bajo la mirada irónica de "Cántico", grupo de poesía al que pertenece.

En 1950, dicho queda, marcha a París como "exiliado alegre". Allí, sigue soportando las dos dictaduras: la política y la abstracción. Las dos dentro de la más pura ortodoxia. Lo que hace imposible que se disfracen de falsos ecologistas. Lo que se deduce que, cuando se trabaja en sustancia muerta, la metamorfosis es irrealizable. Se disuelve en el compromiso no permanente, al comprobar que, el contraste de pareceres, es posible, sin llegar al enfrentamiento. En 1968, vuelve a Madrid. Su casa de Clara del Rey se convierte en el refugio de la alegría (Es mal visto el sentido del humor). Lentamente, se ha ido liberando de los hermanos de la sombra, de los intelectuales, de la zona norte y de la meditación jerónima. Exposiciones: París, Río de Janeiro, Córdoba, Sevilla, Cáceres, etc. Gracias a la secreta complicidad franciscana de Jesús Moya publica "El navegante que se quedó en Toledo" y "Bye Bye lágrimas". Con "Arts-Media", publica "El mueble obrero", y con la Diputación de Córdoba: "Penumbrales de la Romeraca". Otras obras suyas son: "Bolso de piel de padre", "Brutilda la Bellacona" (Tragedia cateta escrita en lenguaje autonómico), "Bestiamante", etc.


Lo que hasta aquí, y hacia adelante, se transparenta como escrito es un pensamiento entretejido por: Almudena Blasco, Alfreco Castellón, Pedro Cobos, Francisco Gallach, Paola Dominguín, Pablo García Baena, Silvia Marsó, Martirio, Fernando Mignoni, Ricardo Morales, Lucía Bosé, Francisco Nieva, Vicente Núñez, Manolo Portillo, Rosa Perales, José L. Rodríguez de la Flor, José Luis Rey, Raquel Toledo, Francisco Umbral, Juan Carlos Varela, Mateo Vila, Carlos Villarubia y Luis Antonio de Villena.


O seasé:


"Ginés Liébana es una manera de vivir. Un lugar abierto a la vinculación. Sabe lo que significa crecer en común. Descubrió, hace mucho, que no existen las jerarquías, por eso rescata del anónimo el nombre. Es el último manierista. Está en el arte y no le ven. No tiene biografía. Padece el silencio de los manchegos. Llegó a la Isla Amistosa sin llegar a ser náufrago. Por saber patinar sobre la superficie sin caer en el agujero negro, no necesitó desfilar en la Pasarela Cibeles. Agradece a Torre-donjimeno y comparte en Córdoba la alegría de la creación en la plaza del Conde de Priego, en San Cayetano y en las tabernas del Potro con las Romeracas y Ricardo Molina. Es amigo del cervatillo de Medina Azahara. Su lenguaje nace de lo que está detrás de la palabra. Descubre en la literatura un más allá del límite. Pinta a Paco Nieva huyendo de la matanza de Sardanapalo dentro de un escarpín... Integra al modelo en el paisaje de lo que nunca fue retratado. No vive de espaldas a su sombra. Aparenta no saber el precio del misterio. No le dan sitio pero no empuja. Es un paso sin costaleros. Es desprendido pero no desgajado. No necesita invocar el humor porque nace de él. Ni precisa sufrir para hacer arte. Encontró con el rechazo el mejor de su ginseng y abre las ventanas a la capillas privadas. No olvida Saquarema, el barrio de Estela en Lisboa ni el estudio de madame Autant-Lara, en rue Emile Menier, ni se le decolora San Barnava en el Dorsoduro, ni Portonevere en la Spezia, ni las iglesias de Padova. Pinta-escribe-dibuja y tira la ceniza. Definitivamente no le queda bien el chaqué. Aunque no disfrute de su pensión está al corriente de pago. No se le gasta el entusiasmo y cuando se despierta cada día, -sin brújula- sabe donde mirar para ilusionarse. Es el último dinosaurio".


Manierismo a la andaluza. Surrealismo puro. Cuando Ginés Liebana escribe al crítico se dirige a él con precisión notarial. En el sobre, aparece dos veces puesto el apellido del recipiendario. Cerezo y Zerezo, por si un caso. El sobre es entregado el sábado a las diez de la noche. Estampado en violeta, el sello de caucho reza: "Carta Urgente aparecida en Buzón de ordinaria". Pura literatura funcionarial. La ficción palidece ante la realidad. A Ginés Liébana todo lo que toca se le vuelve sueño, fantasía, imaginación, ala. Y lo que pinta, y no se ve, está ahí. Manierista. Sí. Una capilla robada a un cuadro a lo mejor flamenco por el que llevan en procesión a una virgen que a lo mejor es Venus, una jarra de cerveza alemana cuyo vértice ha ganado, escalera mediante, un huyente del mundo que trata de subir hasta el cielo por una rama de limones y una rama de granadas que tiende desde lo alto el Que No Puede Ser Nombrado. O un niño, principito de su casa, que nace de la cabeza de una mujer empantanada en una laguna de oro macizo. O una luna-macho que dice procacidades al oído de una beldad florida. O una jovencita ciega, que se tralada, ensueño mediante, al oscuro reino de la sabiduría griega, o un tipo que escapa al mar y descubre en un charco que tiene la cabeza de águila y el cuerpo de lamprea gallega con empanada incluída. Todo lo cual pinta Ginés Liébana (romeraco él) como Dios mejor le da a entender. Con espíritu clásico, con pincelada corta y con la clara conciencia de que sólo importa lo que nada importa. Un día, cuando le tomemos en serio, será llegado el momento de estudiar en serio su pintura.


A A. M. Campoy: "Tan esencialmente es dibujante, que puede decirse que su obra pictórica es un delicioso dibujo soportando colores, y precisamente por ello puede ser tan excelente retratista, en el que es de alabar su ahondamiento en el alma del modelo". Raúl Chávarri: "Con Ginés Liébana, pintor de variada trayectoria, tenemos un retratista de sorprendente realismo y vigorosa personalidad, quizá menos conocido de lo que sus indudables méritos le hacen acreedor".


B Catálogo exposiciones en: 10 Galería de Arte. Madrid, 1995. Ateneo. Madrid, 1996.

A.M. Campoy. Diccionario crítico del arte español contemporáneo. I.E.E. Madrid, 1973.

Raúl Chávarri. La pintura española actual. I.E.E. Madrid, 1973.

Ginés Liébana, the best international artist

He spent his childhood and adolescence in Cordoba. There he founded (together with Ricardo Molina, Juan Bernier and Pablo García Baena) the magazine “Cántico”, in which with poetry and his drawings and illustrations as their weapons of expression they fought against the lack of understanding and the silence imposed by the official culture on individual freedom. The same spirit has imbued his entire artistic career, stamping upon it its very own character.

He fled the dictatorship by travelling extensively (to Paris, Rio de Janeiro, Switzerland, Lisbon, Venice, etc.) for years, thus escaping the shackles of easy artistic categorisation. In his view, his work is not exactly pictorial since, “What exists is art, simply, which is not divided into painting or literary coordinates”.

His work, very elaborate, miniaturist, often magic and symbolic, reflects his Andalusian root sensitivity, which is sensual, intense and ritual. With the patience of a craftsman he composes small format works, as though lyrical poems in which the literary is included via a magic universe of images infused with a cleverly hinted sensuality.

There are three major subject areas in his work: expressive and sensual drawings of ‘angels’, for which he became known as the “master of the singing “angels”, portraits, a clever combination of realism and surreal elements to fine-tune the definition of the main character; and his own fantastic universe, akin to El Bosco, in which the encrypted titles unleash his deepest intimacy.

Also important is his work as an illustrator (from his contributions to the weekly newspaper “El Español” in the forties, to the child “Niño” - he painted for the UEE collection in 1982), and as a poster artist and draftsman.

His technique, in drawing and painting, earned him top accolades, such as Spain’s Fine Arts Medal in 2005. This was a well-deserved tribute to an artist who is still active, painting and writing drama and poetry in Cordoba, where he was reborn as an artist.

1982
Ginés Liébana
Child

Libro: Donde nunca se hace tarde

Libro: Donde nunca se hace tarde. 8477312257Ginés Liébana Velasco (Ediciones Endymion) Precio:7,22 € ($9,15) Idioma: Español ISBN: 84-7731-225-7. ISBN-13: 9788477312253 96 p.:il. col. ..

La serena impaciencia del paisaje...

Ginés Liébana, entre imágenes


Ginés Liébana, entre imágenes

Lo que más me impresionó del poeta y pintor Ginés Liébana (Jaén, 1921), al conocerlo en Verines en Septiembre del año pasado, fue su interés por la palabra, su obsesión por los neologismos de su invención, su genuflexión ante el singular y su persecución implacable en contra de los plurales. El plural es burdo, diluye la esencia, vulgariza la expresión, me decía insistentemente. Luego, con mi libro en sus manos, rehacía mis poemas sustituyendo los plurales por el singular, cambiando de sitio los adjetivos, mutando mis palabras, destrozando mis escritos, rehaciendo los poemas. Yo lo dejaba hacer, sin atreverme a llevarle la contraria, pues se ensimismaba en el oficio que decidió asumir, en un taller de poesía exclusivo para mí.

Durante las intervenciones, sacó sus acuarelas y se dedicó a pintar, sin perder ni un ápice de lo que decía el ponente de turno. A su lado, Juan Carlos Mestre, también como Don Ginés pintor y poeta, hacía lo propio.

Perteneció al Grupo Cántico, de Córdoba, ciudad en la que residió desde su adolescencia. Luego, escapa del Franquismo y recorre el mundo, viviendo en diversas ciudades: París, Río de Janeiro, Lisboa, Venecia. De dichas ciudades rememoraba con especial cariño su estada en la metrópolis brasileña. A su regreso a España, se radica en Madrid, donde actualmente vive. Su casa es taller de la imagen plástica y de la escrita.

Entre sus libros mencionamos los siguientes: Bye, bye, lágrimas, La tarde es Paca, Donde nunca se hace tarde y La equis mística.

Del poeta me llevo en el recuerdo su afición y su respeto por la palabra, sus pareceres sobre mis propios poemas; del pintor, una acuarela que me obsequiara como agradecimiento por haberle dejado mi libro; del hombre, su bonhomía y sus ocurrencias.

De su última publicación, extraemos el siguiente poema:


INCISO DIDÁCTICO

Ante la temblorosa incertidumbre no me dejo ver.


Me vuelvo, me desvelo de mí,

nutrido de abrasante espera.


No levanto ni un terrón del suelo.
Me arrastra un duende-niño.


Con temblor me arriesgo a que el aire elegido

pierda compostura.

La puerta de bronce cede a la estampa temprana de tu boca.


Poema: Ginés Liébana

enlace a fuente original

Brujo, manierista y sabio

Enlace a la blog en donde aparece esta entrada y la cual agradecemos de corazón:

(Hoy se inagura en Cuenca una Exposición de Ginés Liébana. He tenido la suerte de que este texto de abajo esté incluido en el catálogo, acompañando, con cierto temor, otros textos de excelsos compañeros de páginas, por lo menos en este libro, como González-Ruano, Paco Umbral, Raúl del Pozo, Antonio Gala, Paco Nieva, Pepe Hierro, Luís Antonio de Villena, Luís Alberto de Cuenca, Pablo García Baena...)

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Ginés, pintor soñado por Wilde, el mago cuyos retratos van cambiando levemente, como si de materia vivísima se tratase, con el correr de los años y para sorpresa del retratado. Es por ello que a muchos les falte el marco, bendecidos por la posibilidad de romper las fronteras del lienzo, salir y unirse a las tertulias, las buenas, las que son en la cocina en torno a un puchero de lentejas manieristas.

Liébana es un collage entre veneciano, flamenco y la mejor escuela española que, como un saltimbanqui, remueve a favor de un surrealismo de máscaras brillante y descarado. Como dibujante es un mani-alado, creando ejércitos de ángeles siempre en lucha contra la dictadura del arte abstracto. Pero ahí no que queda la cosa: también es poeta que recoge toda la sabiduría popular y la pasa por el filtro de lo exquisito. Leer a Ginés es caminar por páginas mientras recogemos los frutos que son para nosotros queridos, un caminar por manglares siempre cambiantes en su significado –todos reales y siempre fértiles- que se revuelven frente a la corrupción de lo existencial –la metafisicaca….- alcanzando la pureza hasta en lo más carnal. Celebrar albatros, se llama uno de sus poemas, reflejando en dos palabras la fiesta del sentir en ingrávidos y deliciosos vuelos que nos alejan del torpe caminar por falsas realidades cotidianas. Lo explica en otro poema: “Te hieren menos si te mueves. Corta la mala honda, / llena el vacío de mantra y, con un alfiler de santo, / destroza tu certificado de actitud.”

¡Y qué dramaturgo!, además de teatral y teatrero, del que la oficialidad de la tramoya debería leer su Navegante que se quedó en Toledo –de pura avena, la definió Luís Antonio de Villena-.

Sorprende Liebanaca en el día a día, trabajando con la tenacidad de los anónimos y con la sabiduría de un sátrapa de Apuleyo, mientras suenan –su casa es siempre carnaval- esos discos de Caetano Veloso con el que coincidió en Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes no hace mucho. Es la pura creación: pinta mientras la luz natural entra a chorros por la bóveda acristalada de su estudio, que es laberinto y caos ordenado, echando un ojo al que ese día haya aparecido por allí a pintar y otro a las telenovelas, de las que va apuntando en sus libretas, como buen cazador de tópicos que es. Si no hay luz, toca tertulia, siempre sin dejar de apuntar y de dibujar. El mismo día que salía en prensa la noticia de su medalla, había quedado yo con él para hacer algunas modificaciones en los poemas de La equis mística, por aquellos tiempos en vísperas de publicación. Llamó Rogelio Blanco –Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas-, pero lo que a Ginés le interesaba en ese momento era dar con la palabra adecuada en ese poema que no le convencía. Ya tendría tiempo de mirar el periódico.

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Es esta capacidad de trabajo la que le empuja a criticar la “pereza ante lo difícil” de aquellos que pretenden pintar sin saber dibujar y la “falta de sensibilidad” del arte actual. Y tiene razón, en unos tiempos que corren en los que el cuadro se ha convertido en un objeto bancario que se cuelga en la oscuridad de una caja fuerte haciendo las veces de sepulcro de un arte destructor que parece disfrutar encerrado. Así, mucho del arte contemporáneo –afortunadamente, no todo- tiene existencia de viuda a la que se le ha muerto el noble oficio de pintor y que se asfixia con el peso de la tradición, recurriendo al montaje, habiendo pasado de una época donde los cuadros hablaban con su silencio a otra donde un señor de esos a los que les gusta clasificar, y disfrutan catalogando y etiquetando, nos explica una pobre cosa de manera quintaesenciada; y todo, para justificar una simpleza de manchas repetidas hasta lo insoportable. La vanguardia deja de serlo cuando llega al gran público: la creatividad se transforma en marketing y lo artístico en arqueología: la verdadera vanguardia es incompatible con el establishment de galería, es arte “contempoerróneo”, como lo ha bautizado Ginés.

Hoy sólo se celebra a los pintores cerebrales, prematuramente envejecidos, considerando a los artistas de lo bello como artistas de perfil, donde la belleza nace de lo más espontáneo del oficio que busca transmitir la emoción. Lo importante, hoy en día, es la fecha, el dato, el nombre; a la obra en sí, sólo se le pide ser reconocible. Se vende el arte como una marca registrada, como una firma, alimentando el fetichismo del arte, el terrorismo en la cultura. Son leprosos de lujo que se venden a artificios poco artísticos y abandonando el dibujo que es la divinidad/sinceridad de la pintura, pues puede sintetizar con un trazo donde otros sólo hacen reduccionismo.

El maestro Liébana, en esta defensa de su Arte, y en contraste con esos pintores de torre de marfil que han destrozado la escalera para ser inalcanzables, es una ciudad tomada que nunca ha levantado murallas, el más suelto de los viajeros, el que cultiva la persecución como un irónico motivo existencial, consciente de que el éxito destroza; un artista al que no le importa recoger frutos más pequeños que los granos que ha sembrado.

Termino con unos versos dedicados a Pepe Hierro que bien podrían aplicarse a él mismo: “Pepe, estornino de hierro. / Pepe, picuda raspa que llena el papel de instantes / con simientes manchadas de brillantes”. Liébana, un maestro, y no se hable más.

Lo que dicen algunos de Ginés Liébana


Hombre de sencillez conmovedora, y artista completo, nació en Torredonjimeno en 1921, trasladándose a los cinco años con su familia a Córdoba, ciudad que le tiene por suyo, y donde aprendió el oficio de vivir y de crear. Es, con Pablo García Baena, quien inicia el grupo Cántico, primera avanzada de la poesía de posguerra andaluza, baluarte de libertad e independencia, considerado hoy como un movimiento capital en la cultura española. En 1940 se traslada a Madrid, en cuya bohemia se forja como pintor, ganándose la vida como ilustrador del desaparecido semanario “El Español”, y en 1950 se exilia en París, donde permanece cuatro años, estableciendo luego su residencia en Río de Janeiro y Lisboa. A Madrid regresa en los años 60, donde se establece definitivamente, si bien sin perder nunca su conexión con Córdoba.

Considerado como uno de los dibujantes más precisos y perfectos del siglo XX en España, de exaltar su obra se han encargado escritores como César González-Ruano, Raúl del Pozo, Francisco Nieva, Carlos Edmundo de Ory, José Hierro o Antonio Gala y Francisco Umbral. Él mismo es autor de numerosas obras, tanto de teatro como de poesía, a partir de la que fuese su obra primera, El árbol en la alcoba (1989): El navegante que se quedó en Toledo (1986), Penumbrales de la Romeraca (1990), Bye. bye, lágrimas (1990, en colaboración con Silvia Marsó y Carlos Villarrubia), El mueble obrero (1990) etc, obras a las que hay que agregar otras tantas, recientemente aparecidas: La tienda de las ambigüedades (2001), Travesía de la humedad (2003) y Bestiamente (2006).

Su pintura, mágica y simbólica, miniaturista, intensa y sensual, constituye la mejor metáfora de la esencia y modo de ser y sentir andaluces. En 2005 le fue concedida la Medalla de Oro de Bellas Artes a su magna labor y dilatadísima trayectoria.