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Pintor del Grupo "Cántico" (Córdoba, 1940), baluarte poético al margen del arte oficial y del compromiso. En 1950, se instala en París, apostando por la belleza, imaginándola paralelamente a la realidad. Por el olvido impuesto a la pintura de caballete, vive silenciado, pero su vocación de activo indomable no cesa de buscar contactos con gentes diversas, culturas de cambio; viajando, utilizando la mirada y poniendo su obra y su sentido del humor después de su vida. El aislamiento voluntario le sirve de refugio para desmitificar la literatura. Suministrando energía y lenguajes positivos, busca lo que no se nombra, lo que la costumbre ha olvidado, en un punto de conexión con el lenguaje popular. Este carácter insumiso le convierte en una manera de vivir que está por encima del quehacer artístico, viviendo la fragmentación de todo y los mundos superpuestos presentes en sus cuadros y en sus textos. No tiene miedo a mezclarse con las emociones, huye sin prejuicios del malestar y del catastrofismo creado por los intelectuales vividores del desastre.
El lenguaje se convierte, para Ginés Liébana en el lenguaje literario de la pintura. Vinculado a Córdoba en el pensar, pintar y hablar en imágenes, bajo la mirada irónica de "Cántico", grupo de poesía al que pertenece.
En 1950, dicho queda, marcha a París como "exiliado alegre". Allí, sigue soportando las dos dictaduras: la política y la abstracción. Las dos dentro de la más pura ortodoxia. Lo que hace imposible que se disfracen de falsos ecologistas. Lo que se deduce que, cuando se trabaja en sustancia muerta, la metamorfosis es irrealizable. Se disuelve en el compromiso no permanente, al comprobar que, el contraste de pareceres, es posible, sin llegar al enfrentamiento. En 1968, vuelve a Madrid. Su casa de Clara del Rey se convierte en el refugio de la alegría (Es mal visto el sentido del humor). Lentamente, se ha ido liberando de los hermanos de la sombra, de los intelectuales, de la zona norte y de la meditación jerónima. Exposiciones: París, Río de Janeiro, Córdoba, Sevilla, Cáceres, etc. Gracias a la secreta complicidad franciscana de Jesús Moya publica "El navegante que se quedó en Toledo" y "Bye Bye lágrimas". Con "Arts-Media", publica "El mueble obrero", y con la Diputación de Córdoba: "Penumbrales de la Romeraca". Otras obras suyas son: "Bolso de piel de padre", "Brutilda la Bellacona" (Tragedia cateta escrita en lenguaje autonómico), "Bestiamante", etc.
"Ginés Liébana es una manera de vivir. Un lugar abierto a la vinculación. Sabe lo que significa crecer en común. Descubrió, hace mucho, que no existen las jerarquías, por eso rescata del anónimo el nombre. Es el último manierista. Está en el arte y no le ven. No tiene biografía. Padece el silencio de los manchegos. Llegó a la Isla Amistosa sin llegar a ser náufrago. Por saber patinar sobre la superficie sin caer en el agujero negro, no necesitó desfilar en la Pasarela Cibeles. Agradece a Torre-donjimeno y comparte en Córdoba la alegría de la creación en la plaza del Conde de Priego, en San Cayetano y en las tabernas del Potro con las Romeracas y Ricardo Molina. Es amigo del cervatillo de Medina Azahara. Su lenguaje nace de lo que está detrás de la palabra. Descubre en la literatura un más allá del límite. Pinta a Paco Nieva huyendo de la matanza de Sardanapalo dentro de un escarpín... Integra al modelo en el paisaje de lo que nunca fue retratado. No vive de espaldas a su sombra. Aparenta no saber el precio del misterio. No le dan sitio pero no empuja. Es un paso sin costaleros. Es desprendido pero no desgajado. No necesita invocar el humor porque nace de él. Ni precisa sufrir para hacer arte. Encontró con el rechazo el mejor de su ginseng y abre las ventanas a la capillas privadas. No olvida Saquarema, el barrio de Estela en Lisboa ni el estudio de madame Autant-Lara, en rue Emile Menier, ni se le decolora San Barnava en el Dorsoduro, ni Portonevere en la Spezia, ni las iglesias de Padova. Pinta-escribe-dibuja y tira la ceniza. Definitivamente no le queda bien el chaqué. Aunque no disfrute de su pensión está al corriente de pago. No se le gasta el entusiasmo y cuando se despierta cada día, -sin brújula- sabe donde mirar para ilusionarse. Es el último dinosaurio".
A.M. Campoy. Diccionario crítico del arte español contemporáneo. I.E.E. Madrid, 1973.
Raúl Chávarri. La pintura española actual. I.E.E. Madrid, 1973.